Reivindicando la curiosidad

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Las dos caras de la curiosidad, la dopamínica y la serotoninérgica, o la del móvil continuamente pasando pantallas o la de la tranquilidad de leer un libro. Como persona sensible puedes caer en las dos fácilmente. Tú escoges.

Artículo ampliado sobre el podcast en Substack:

Hoy en día todo va rápido, muy rápido.

Las pantallas intentan que nuestra vida gire alrededor de ellas. De hecho, en algunos aspectos concretos, como en la comunicación por mensajes, ganan la partida por goleada. En el tema de “distracción momentánea”, por llamarlo de alguna manera, también. Esos momentos en que no tenemos nada que hacer, a priori. Vamos en el tren o en el metro, estamos esperando un autobús o tren, nos tomamos un rato de descanso pequeño y nos encontramos mirando nuestra red social favorita “a ver qué hay”. 

Justamente ese “a ver qué hay” forma parte de un elemento básico como humanos que es la curiosidad. Curiosidad. Curiosidad para ver qué hay y qué deja de haber, curiosidad para saber qué está haciendo tal y cual persona. Curiosidad para sentirnos protagonistas de un hecho social que acaba de suceder o de un análisis histórico de lo que ocurrió y acaso aún nos repercute actualmente. Curiosidad para entender procesos, tratamientos, enfermedades, obras de arte, etc. El entender y la curiosidad van de la mano. No te hacen experto pero si entiendes algo, cómo funciona la atracción de la luna en las mareas, por ejemplo, te sientes como feliz y protagonista de haber aprendido algo nuevo. El gusanillo de la curiosidad parece haberse saciado al menos momentáneamente. 

Sin embargo, esa curiosidad puede ser adictiva. Adictiva en el sentido que nos interrumpe en nuestras tareas cotidianas sin que queramos. En el momento en que no haya voluntad pero hay acción. Coges el móvil y aprendes, conoces un nuevo lugar para ir de excursión mediante un vídeo que almaceno en favoritos para recuperarlo cuando yo quiera. Generalmente, nunca. Hay un placer, en esa curiosidad, todo está justificado y bien conectado. 

Otra cosa es el profundizar. Hoy en día no está muy de moda que la gente profundice. Sí que sea curiosa y que aprenda incluso recetas, temas, trucos, etc. Lo de profundizar, generalmente no hay tiempo ni ganas. El profundizar significa comparar, investigar, concebir, imaginar sobre un solo tema. Eso empieza a sonar aburrido, puesto que necesita más energía. No te la regalan, la tienes que crear tú. Sin embargo, los expertos hoy en día suelen gozar de un estatus social muy positivo. Personas que han parado su curiosidad adictiva y se han puesto a entrar de lleno en un tema específico. Muchos aprovechan su estatus -hacen bien- y suelen llenar las redes sociales con sus vídeos de experto y nos llenan nuestra curiosidad con contenidos como el “amigo que es experto en motores de coches y te da buenos consejos”. Pero tú no eres experto. Estás en el otro lado de la ecuación.

Los dos mecanismos biológicos que están implicados son diferentes. Uno es el la dopamina, el del placer instantáneo, el de la variación continua, el de querer siempre más, más cantidad, independientemente de la calidad. El del saciado de esa curiosidad con el que nos acercamos a abrir el diario a ver qué ponen. Aquí la crítica o la queja son realmente sencillas, puesto que no ponemos en tela de juicio la información más que por sensaciones, lo que a mí me parece o lo que dice la gente o determinados grupos de gente que es. 

En cambio, en la profundidad, el mecanismo es el de la serotonina, un sistema de refuerzo del placer mucho más tranquilo, sosegado, con menos excitación que el primero y menos sensación de saciarse o de variación. En este caso, respiramos profundamente al reflexionar y al ir buscando información. El placer de la serotonina sería por ejemplo el de un tranquilo paseo por el campo, mientras que el de la dopamina sería un trozo de pastel de chocolate. Si el placer de la dopamina es el que estaría implicado en las adicciones, el placer de la serotonina estaría implicado en la reflexión consciente y tranquila. . 

Pongamos por caso que quiero profundizar en lo que pasa en Sudán. Busco diferentes fuentes de una misma notica, las comparo, tomo notas, leo un libro, contrato opiniones opuestas y estoy a la espera de nuevas noticias sobre lo que puede pasar allá. Puedo asistir a alguna conferencia incluso. Estoy profundizando y me estoy convirtiendo en un poco experto, sin serlo. Hay un placer difícil de explicar en el poder dominar una determinada materia alejándote del vaivén interminable por el que la curiosidad dopamínica nos conduce. Porque hay una curiosidad serotoninérgica, ligada a la profundidad del pensamiento que estoy aplicando. Una curiosidad que lleva a la acción, no lleva a la alimentación superficial de datos. Siempre puedo ver un vídeo de 15 segundos sobre Sudán y pasar al siguiente. 

Tú de qué eres, ¿más de curiosidad alocada o de profundidad tranquila y consciente?

Por cierto, ¿cuál de las dos crees que puede ser más manipulable?

Te animo a que pongas tus comentarios.

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2 respuestas a “Reivindicando la curiosidad”

  1. Sí, necesito comprender y profundizar, algo más que la simple curiosidad de «qué pasa». Comprender y profundizar a mí me satisface, es como un descanso que me llena. Creo que la curiosidad dapamínica es más manipulable. No podemos quedarnos solo con un título, una idea y superficial. Las cosas tienen matices, y para verlos hay que meterse en ellas, cada uno en su nivel de búsqueda. Felicidades por este extraordinario pod!! Me aporta conocimiento, reflexión, y me ayuda a comprender. He disfrutado mucho de lo escrito, y de lo oido. 🙏 Muchas gracias! Un fuerte abrazo.🤗

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    1. Gracias por tu comentario. Si, todo lo impulsivo nos hace más manipulables.

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